Hueso roto
El hueso cigomático es una pieza de la cara formada por el pómulo y parte de la órbita del ojo. Era un pedazo que antes no existía para mí. Después del accidente, cuando me lo fracturé y, en cierto modo, cuando dejó de ser parte de toda la osamenta, noté su presencia. En las noches, estimulado por el insomnio, palpo el sector del cigoma roto. Lo siento como si fuera una zona acalambrada o como si, a pesar de estar ahí, debajo de la piel, no me perteneciera. Con los dedos busco los extremos quebrados, la frontera entre el hueso integrado y el fragmentado, y juego a seguir el contorno de mi ojo izquierdo, desde el punto menos evidente hasta el que sobresale, justo en la concavidad baja, donde nacen las ojeras. Ahí se insinúa una protuberancia que a simple vista no se nota, su magnitud se entiende solo palpándola. Es mi propia frontera entre lo que tengo y lo que perdí.
A veces quisiera que alguien más tuviera esta confusión de sentidos. Tocar una fractura no es cosa de todos los días porque, claro, hay que pasar por un dolor cegador antes de poder experimentarlo.
Me han dicho que una operación pondrá los trozos en su lugar, unos fierritos de titanio lo fijarán hasta que se vuelva a incorporar. Ya no tendré esta sensación en esta parte de la cara. Volver a pertenecer a mi cuerpo le quitará al pedazo roto todo lo especial que tuvo siendo ajeno.