«Correr el velo de este mundo»: una lectura para Devil Crusher

Arturo Molina Burgos
7 min readSep 12, 2018

El famoso códice Compendium rarissimum totius Artis Magicae sistematisatae per celeberrimos Artis hujus Magistros ostenta una abundante fauna demoníaca. Datado artificiosamente en el año 1057, pero, en realidad, publicado en la segunda mitad del siglo XVIII, presenta una serie de imágenes y fórmulas, en latín y alemán, que recopilarían conjuros para atraer espíritus y para contactar a los muertos. El artificio y su intencionalidad no quedan del todo claros. La apariencia utilitaria del texto ocultaría un trasfondo estético y, por qué no, ideológico. Cada demonio tiene una constitución específica, una suerte de pastiche donde lo erótico, lo salvaje y lo sexual parecen confundirse. El manuscrito gravita en los demonios que presenta y en la posibilidad de invocarlos. Acaso lo más llamativo no sea la promesa del conjuro sino el imaginario que ofrece. Asimismo, es posible que la relación de este imaginario con la realidad sea bastante más cercana y cotidiana. Parece ya arraigada en nuestra cultura asociar la idea del “demonio” con aquello que impide la realización de un acto, también como un obstáculo personal que coarta nuestra sensación de avance. Por ejemplo, el Titivillus incitaría la mala escritura y la procrastinación. El agente interno –el desánimo, la distracción– es objetivado en una imagen. Así también, la agresividad escolar o bullying podría ser considerada una suerte de demonio. Es evidente que esta forma de presentar un problema tan complejo nos arrastra hacia la obsoleta mirada en que los culpables de las desgracias eran los diablos y no los humanos. Entendemos esta posición. Solo queremos observar el atributo estético de objetivar un aspecto abstracto en la forma visual de un demonio. La estética demoníaca del códice en tanto artificio nos ofrece una perspectiva donde el par realidad-apariencia está en constante tensión. Así mismo, se puede percibir la utilización de una visualidad demoníaca con una doble valencia en el cómic de Felipe Suanes, Devil Crusher (Ariete Producciones, 2017–2018), empezando desde la configuración nominativa dual: ‘devil’ + ‘crusher’. El efecto performático del puñetazo triturador implica encontrarse con aquello que está oculto tras una máscara. En el encuentro físico –pero también estético– se quiebra, y también se reconoce, la imagen real de ese “demonio” que, en la antigüedad, habría sido la excusa para evadir la responsabilidad del humano y, por ende, justificar vejámenes y crímenes.

El responsable de los puñetazos es Iván Bronco, un joven de mal carácter que ha sido expulsado de varios centros educacionales. La mala fama que le produjo conocer el secreto de su liceo y las burlas de sus compañeros lo obligaron a peregrinar por los peores colegios. Bajo la superficie, Iván descubrió una red demoníaca que controlaba su primera escuela y eso le costó caro. Prácticamente obligado a sobrevivir usando sus puños, desplazó los contenidos académicos para poder sostenerse. Aquí podrían resonar los acordes del “Pateando piedras” de Los Prisioneros, relación paradigmática del joven que, pudiendo ampliar su mundo con una serie de conocimientos, se ve obligado a ejecutar el acto de patear-golpear-violentar, contra un sistema que lo oprime hasta jibarizarlo. Aparece en este momento el motivo de la venganza, el ajusticiamiento en manos propias, ante la nula manifestación de cualquier otro tipo de justicia. Iván Bronco aprendió a lidiar con ese mundo lleno de demonios desde el puñetazo hasta el insulto. Así pues, el imperativo «¡Desaparece barrera de mierda!» se entiende como un conjuro que rompe la ilusión aparente y revela al demonio oculto tras una inocente figura. La grosería, la chuchada bien puesta, sería un sortilegio capaz de desautomatizar una pseudorealidad, volverla inestable y transparente. Fracturada la ilusión bajo la cual se ocultaban los demonios, Suanes se permite el lujo de ofrecer una veintena de viñetas repletas de acción, cosa bastante compleja de realizar. No obstante, la vertiginosa sensación de velocidad y la cinética de los cuerpos en movimiento se transmiten con plena claridad gracias a su talento, trabajado durante décadas ofrecidas al arte del dibujo de acción. La aparición del demonio final, el rector del colegio –en cuyo chaleco negro con cuello alto se sugiere un aspecto sacerdotal–, es una especie de Papa diabólico. El mismo autor ha comentado que el modelo que siguió para aquella ilustración refiere al Ego sum Papa, que alude a Alejandro VI como un pontífice vil –¿y qué Papa podría decir lo contrario?–. Esta integración crítica del catolicismo coquetea con la crisis que vive la Iglesia Católica en el mundo, particularmente en Chile, debido a las denuncias de abuso sexual por parte de sacerdotes. Se quiebra la superficie ingenua y, bajo ella, surge y se observa la pestilencia.

De igual forma, la segunda parte de Devil Crusher (mayo 2018) también logra coquetear con la contingencia. Una particularidad de la primera parte es que solo aparece una mujer: la mamá de Iván –la abundancia de testosterona adolescente, la omisión de la figura paterna y la lozanía de la madre, a ratos pareciera insinuar una relación edípica–. Con todo, en esta segunda entrega, surgen nuevos personajes femeninos y, con ellas, se logra intuir una ampliación del territorio donde opera el autor. Parece notable que, justo en mayo de 2018, Chile haya sido testigo de la marcha feminista que mayor impacto ha causado en este siglo y que marcó una alegre fractura en las bases heteropatriarcales que rigen el país. Así también, en Devil Crusher se puede vislumbrar una fractura en el devenir de la acción violenta y física de Iván Bronco, gracias al surgimiento de Anina y Karen. Por ejemplo, después de que ellas han visto al demonio que recibió una golpiza por parte del protagonista, y ante el prejuicio del mismo Iván –«¡Ahora vienen los gritos y todo eso!»–, se observa en ellas una actitud curiosa, de acercamiento intrusivo hacia el monstruo, al cual incluso se atreven a fotografiar. Así, si el primero representa una forma de combate con uso de la fuerza bruta, del puñetazo, algo que ideológicamente se asocia a lo masculino, las segundas ofrecen una manera de combate igual de gravitante, pero que implica un mayor trabajo intelectual y agudo. Las nuevas protagonistas elaboran un fanzine escolar con el cual esperan desafiar a las figuras de autoridad del colegio, las que, evidentemente, tienen algún rasgo perverso.

Es necesario detenerse un momento en este objeto: El fanzine, si se pudiera categorizar, sería aquel artefacto comunicacional desplazado muy lejos del centro, que podríamos denominar como “de prestigio”, donde se mueven las publicaciones con altos recursos económicos. Muy por el contrario, el fanzine es una publicación transitoria y limítrofe, construida con pocos recursos, donde es posible encontrar de todo, pero, principalmente, libertad estética y crítica. A diferencia de las publicaciones prestigiosas, el fanzine otorga la posibilidad de mostrar aquello que las grandes empresas editoriales no se atreverían. Es, en definitiva, una trinchera. Este es el artefacto que las protagonistas instalan. Si recordamos qué otra publicación aparece referida dentro de Devil Crusher, solo podríamos recordar las revistas pornográficas que Iván tiene en su habitación, en las primeras viñetas de la primera parte, las que representarían esa ambición editorial por ofrecer lo más inmediato y burdo con tal de obtener compradores, antes que arriesgarse con algún contenido distinto, alguna propuesta estética transgresora –«El mejor gancho comercial / Apela a tu liberalidad», otra vez Los Prisioneros–. Entonces, el fanzine de Anina y Karen rompe el molde de lo masculino, ofrecido por Bronco, y, además, instala un abismo estético en el cual presenciamos un artefacto dentro del artefacto: El cómic dentro del cómic, una suerte de microuniverso donde se asimila la acción física de Iván con la acción subversiva de Anina y Karen. No por nada el fanzine se llama Patada en el culo, una alegoría de lo que hace, en efecto, el protagonista, pero que ellas amplifican, desde una perspectiva que escapa del propio espacio limitado por las viñetas y permite ver ese artefacto en nuestras manos, como si fuéramos partícipes de ese mundo. Es así como, llevando un poco más lejos esta revisión interpretativa, se instalaría también la alegoría de un país entero en la forma de un colegio plagado de demonios y controlado por fuerzas que, muchas veces, superan la posibilidad del mero puñetazo y obligan a contrarrestar las ocultas artimañas de las figuras de autoridad con el agudo filo del papel. En este punto toma sentido la frase de Mandarino que da título a este ensayo: «¡Lo que yo deseo es correr el velo de este mundo!», pues esa parece ser la pulsión detrás de estas dos partes, el anhelo de mirar detrás de la cortina, de ver cómo opera el secreto del mundo, descubrir a los demonios, dejarlos en evidencia y triturarlos.

Ciertamente, no podemos obviar la calidad estética de Devil Crusher. La utilización de la tinta como único recurso para las páginas interiores evoca las publicaciones manga, pero también la larga tradición artística del grabado, claroscuro mediante. La aplicación de profusos achurados –¡pero qué potentes achurados!–, perspectivas complejas y entornos arquitectónicos cuidados, permiten degustar visualmente una historia muy bien armada. Las portadas y el formidable uso del color ofrecen aún más evidencias del alto nivel técnico y artístico que posee el autor. Aún queda una tercera parte para desentrañar el oscuro mundo demoníaco que ha perseguido a Iván Bronco durante tanto tiempo. Acaso bajo aquella superficie ya fracturada se puedan vislumbrar nuevos bemoles. Quedamos a la espera de esa última entrega.

Referencias

Compendium rarissimum totius Artis Magicae sistematisatae per celeberrimos Artis hujus Magistros (ca. 1775). En Welcome Library. Consultado el 10 de septiembre de 2018 https://wellcomelibrary.org/item/b1968583x#?m=0&cv=32&z=0.6837%2C0.321%2C1.9955%2C1.362&c=0&s=0

Suanes, Felipe. Devil Crusher. Parte 1 de 3. Ariete Producciones: Santiago, 2017.

_____________ Devil Crusher. Parte 2 de 3. Ariete Producciones: Santiago, 2018.

--

--